Elegir no es fácil, conlleva una toma de decisión, y para elegir usamos por lo general nuestros recursos.
¿Cuáles son esos recursos?
Nuestras experiencias pasadas, las vivencias observadas en otros, algunas veces consejos de amigos/familiares, y otras veces lo que en realidad suponemos que es lo que queremos.
“El hecho es que lo que queremos no siempre es lo que deseamos”
“No siempre lo que queremos y elegimos es en realidad nuestro deseo”.
El deseo en el ser humano está ligado realmente a quienes somos, pero, socialmente algunas veces se contradice con lo que finalmente hacemos, y elegimos.
¿Por qué el deseo y lo que decimos querer no concuerdan?
Porque elegimos pensando en lo que deberíamos ser, en lo que nos convendría tener, en lo que nos convendría vivir, pero con el tiempo nos damos cuenta muchas veces que esa elección no tiene nada que ver con nosotros.
Algunas veces es lo que los otros aprobarían y otras veces lo que se debería ser o tener.
¿Entonces como logramos elegir bien? ¿Como hacemos para elegir lo que realmente deseo y quiero para mí?
Nuestro psiquismo está constituido por el ello, el yo y el súper- yo.
El ello es lo instintivo, lo que viene desde adentro y el súper-yo los mandatos paternos, sociales, lo que viene de afuera.
Por lo tanto, el “yo” que es lo que somos, se encuentra tirado por estas dos fuerzas que nos empujan constantemente hacia diferentes lados.
Esto hace que surja la duda entre lo que realmente deseo.
Porque cuando el yo, no logra muchas veces definir qué es exactamente lo que quiere, o al que quiere, es aquí cuando aparecen las frustraciones.
Las frustraciones aparecen y nos confirman que la elección que hicimos, la decisión que tomamos no era la adecuada.
Esto ocurre en todos los ámbitos de la vida, en el amor, cuando formamos una pareja pensando que esa persona realmente la elegimos nosotros, y después nos encontramos con que no tiene nada que ver con nosotros, por lo tanto no entendemos como no nos dimos cuenta en su momento o todo lo contrario, la elegimos pensando que en realidad no era la persona ideal y cuando la dejamos nos damos cuenta que en realidad se asemejaba más a nuestro deseo que a nuestra elección.
Lo mismo ocurre con el trabajo.
Elegimos un puesto de trabajo, empresa o profesión que nos parece brillante y al tiempo resulta ser monótona y aburrida y sentimos que no tiene que ver con nuestra vocación, que es aquello que hacemos disfrutando.
Una ayuda para esto podría ser fijarnos en: ¿a dónde nuestros pensamientos se dirigen? ¿Hacia quién? ¿O hacía qué?
¿En qué lugar nuestros pensamientos ocupan todo nuestro tiempo? y en que o en quien nos vuelve a la mente constantemente o está presente esos pensamientos?
…es allí donde deberíamos estar o con quien deberíamos estar.
Realmente saber elegir es un privilegio que pocos saben hacer, por lo general elegir bien, elegir exactamente dónde queremos estar, con quien queremos estar y que queremos estar viviendo hoy, es nuestro objetivo diario y solo podemos saberlo preguntándonos cada día “si lo que vivo, ¿si lo que estoy viviendo hoy es exactamente lo que quiero”?
Y la respuesta te la dará la emoción que sientas en ese momento.
Esa emoción que uno siente cuando se pregunta a sí mismo, es la respuesta.
Algunas veces esa emoción se mostrará como tristeza, otra frustración, o quizás con suerte felicidad que es la emoción que deberíamos sentir.
Sentir alegría o felicidad será el indicador de que la elección fue la adecuada.
A veces tomamos decisiones que tienen que ver más con lo que se supone que deberíamos estar haciendo a esta edad, a nuestro sexo, a nuestros estudios, que con lo que realmente deseamos.
Si estamos confundidos, si nos resulta difícil tomar una decisión o si pensamos que esa decisión que tomamos podría no ser la a adecuada pero no sabemos cómo dejarla, cambiar, tomar otro rumbo, tener la fuerza para empezar de nuevo, entonces aconsejo acudir a un psicólogo, que te ayudará desde su profesión a encontrar el camino hacia ti mismo con la certeza de que lo que descubrirás será solo tuyo.
Licenciada Adriana Giménez – Psicóloga.